Crónica de la VI Btt (2017)
Saludos paisanos de Nieva y Montemediano,
antes de nada quiero presentarme, soy Roberto, el de la Anabel, la hija de la Engracia
de Montemediano, uno de esos locos veraneantes que tiene media jurisdicción
recorrida en bici.
Entiendo vuestra extrañeza, acabáis
de recibir el boletín de la Asociación, os sentáis tranquilamente a leerlo,
quizás con una cervecita entremedias, y en vez de encontrar la esperada crónica
de Javier Negueruela, “Desde la cola del pelotón”, os sorprende este cambio de
narrador, que sobre estas líneas aún no tiene claro ni qué titulo poner a la
crónica de la VI BTT de Nieva.
Bueno Javi, déjate de años
sabáticos y vuelve pronto a estos menesteres que se te dan mucho mejor que a
mí.
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Os confieso que voy a empezar por
lo que más me gustó de la VI BTT, la I BTT de niños. Era una idea que rondaba
desde hace tiempo entre nosotros y que no acabábamos de realizar, hasta que
este año varios de nuestros “buitres” jóvenes se pusieron manos a la obra,
bueno, mejor dicho, manos al cortacésped. De esa guisa vi a Willy una tarde de
agosto paseando el cortacésped por El Cumbrero. Ni qué decir tiene los
comentarios y risas que tuvo que escuchar mientras iba segando lo que iba a ser
el circuito de los chavales. El rango de edades estaba marcado entre los 4 y
los 14 años, y la participación que preveíamos no iba más allá de unos cuantos
de nuestros hijos y algún niño de los pueblos cercanos. Pues nada más lejos de
nuestras previsiones, la participación superó los 70 niños, venidos muchos de Logroño.
La tarde anterior a la prueba hubo que “reciclar” los dorsales de la I BTT de
mayores para la de los críos, no teníamos tantos.
Amanece la mañana del nueve de septiembre,
víspera de la prueba de los mayores y el día que se celebra la de los críos. Entre
los ‘’buitres’’ hay nervios, emoción, pero sobre todo ganas de que salga el sol.
Hay muchas cosas preparadas durante meses y queda rematar la faena. Adrián (Zapa)
coordinador general y el que se lleva todos los marrones, nos distribuye a todos,
unos nos vamos a marcar el monte para las pruebas de los mayores y otros a
marcar el circuito de los pequeños. Los encargados de marcar el circuito no
pudieron hacerlo mejor.
El Cumbrero se transformó en un
circuito XCO, de esos que vemos en la Copa del Mundo o cuando ganó Coloma la
medalla en Brasil. A pesar de que la tarde estaba fría y lluviosa, los
preparativos seguían su marcha; somos gente de bici y ni se nos pasa por la
cabeza suspender la prueba.
Poco a poco avanza la tarde, y
con ella el mal tiempo. Los primeros coches y furgonetas se aproximan por la
recta hasta la iglesia y todo son preparativos, ¡que si la mesa de la inscripción,
que si la música, que si los hinchables!
El pórtico de la iglesia se
convierte en un improvisado mostrador donde se atienden todas las dudas y
preguntas. Miguel Ángel, micrófono en mano, organiza a los participantes por
edades y, poco a poco, se van formando los cajones de salida, empezando por los
más pequeñajos.
La prueba en general fue un
éxito, lo de menos es quién quedo primero o último. Contagiarte de la ilusión y
el empeño que pusieron los chavales justifica todo el trabajo. Ver El Cumbrero lleno
de bicis y niños es una imagen que guardaré en mi memoria, espero que mucho tiempo.
Casi todos recibieron su medalla, aunque no llegó para todos a pesar de que
Goti se llevó 50 a última hora en una tienda de chinos casi a punta de pistola je,
je.
Espero que la iniciativa se
repita, poco a poco la experiencia irá resolviendo algunos fallos que pudo
haber.
“La Corta” y “La Larga”, así de fácil llamamos a los
recorridos que más devaneos, opiniones y quebraderos de cabeza nos da la BTT a
los “buitres”. Y, la verdad, no es fácil acertar. Menos mal que, este año,
Adrián se puso serio y en plan: esta es mi propuesta y vais a cambiar lo que yo
os diga… Dejó poco lugar a modificar algún tramo porque si no cada uno de
nosotros tiene esa sendita que es muy chula o esa otra que no puede faltar.
Particularmente, creo que el
recorrido de este año es el más bonito de todos, los tramos nuevos de Senda
Cuevas en Ortigosa, La Tejera y Los Blancos en Nieva han sido un acierto en el
caso de “La Larga” y, en el caso de “La Corta”, la subida por Los Rozos y el
camino de Las Ambrigüelas fueron espectaculares.
Domingo 10 de septiembre, no sé
si ha sido el cansancio de los preparativos del día anterior o los nervios,
pero no he podido dormir bien (me lo imaginaba, siempre me pasa lo mismo). Son
las seis de la mañana, me preparo un café que me ayuda a empezar el día. Me
gusta desayunar con calma, pero mi familia empieza a levantarse más pronto que
tarde, cada uno tiene un cometido en la BTT.
Es hora de meter en el coche las
bicis, calzado y toda la ropa de ciclista para marchar a Nieva. Poco a poco, el
día se va imponiendo a la noche y, con las primeras luces, te vas haciendo a la
idea de que se avecina una mañana de lluvia. Jorge, mi hijo mayor, me acompaña;
siente la misma pasión que su padre por la bici y esta va a ser la tercera BTT
de Nieva en la que participa. En la primera hizo “La Corta” con 15 años, y su
padre le tuvo que cuidar y acompañar, en la segunda hicimos “La Larga” y fue él
el que acompañó a su padre. Ahora, en la tercera, estoy deseando que se vaya
por delante y me deje a mi ritmo.
Llegamos a Nieva y en la plaza
empiezan los primeros preparativos: carpas, inscripciones, ordenadores… En fin,
todo tipo de cables y enchufes se colocan en su sitio. Entre las chicas, que
llevan el tema de inscripciones, hay varias que son nuevas (el cambio
generacional dentro de la organización se nota), ellas son las que con su mejor
sonrisa dan la bienvenida a los participantes.
Se respira un clima tenso y de
responsabilidad acompañado de algunas risas y bromas que relajan los nervios. Recuerdo
un coche que estaba mal aparcado en medio de todo el tinglado que nos sacó de quicio.
A buen ritmo, todo va cogiendo
forma. La voz de Inma, nuestra incansable “speaker”, va dando ambiente con la
llegada por la Calle Real de los primeros participantes. Aparece la lluvia que
nos quería acompañar todo el fin de semana.
Primeros saludos mañaneros,
primeros cafés en La Chata y la inevitable conversación sobre el tiempo que nos
depara el día. “Los buitres” cumplimos con la tradición de la foto de grupo en El
Mentirón, todos sabemos que es el único momento que estaremos juntos. Cada uno
durante la prueba correrá más o menos en función de sus fuerzas.
No hay tiempo para más, se van
organizando los dos cajones de salida. Primero saldremos los de “La Larga” y poco
más tarde los de “La Corta”. Suena la tradicional traca con el petardo final y
270 valientes nos vamos desperezando. Los que hacemos ruta larga nos esperan 58
kilómetros con casi 2000 metros de desnivel. A los de “La Corta”, justo la
mitad (puede parecer un alivio pero os aseguro que, si no has entrenado algo,
se te hace eterna).
Conforme te vas alejando de la
plaza, desaparecen los aplausos y voces de ánimo, se escuchan nuestras bicis y
las primeras respiraciones. Aunque el primer kilómetro es neutralizado y
transcurre por el camino hacia Los Rozos, siempre hay gente que adelanta a tope
para buscar posición.
El primer repecho hacia Los Blancos
nos pone en fila de a uno y las pulsaciones suben en pocos metros, “los buitres”
que están más fuertes ya nos sacan unos metros y seguro que no los veremos hasta
la llegada a Nieva (madre mía, no queda nada). Dionisio, Alberto y yo andamos
parecido de forma física y decidimos hacer la prueba juntos, así es más ameno.
Casi sin darnos cuenta ya estamos
en El Rasillo. Con el fragor de la carrera no me doy cuenta de que Dioni y
Alberto se retrasan. Decido continuar para adelante hacia Ortigosa y dejar que
me alcancen. Durante este tramo veo a varios ciclistas en la orilla con
pinchazos y alguna avería en su bici, ahí es donde el compañerismo prevalece,
preguntas si puedes echar una mano. Intuyo que a mis compañeros de ruta les ha
pasado algo parecido y decido esperar. Aunque solo fueron diez minutos, mi
espera se hace eterna mientras veo pasar al grueso del pelotón delante de mis
narices. Pregunto a algún conocido que con la voz entrecortada me confirma que
se han tenido que quedar a arreglar un pinchazo. Por fin aparecen y decidimos
lanzarnos por Senda Cuevas, que nos ofrece unas vistas de Ortigosa espectaculares.
Empiezan a aparecer los primeros
fotógrafos, Ángel y Marian, que puntuales están en sus puestos sacando fotos a
los ciclistas. En ese tramo bajan uno a uno, la bajada está un poco peligrosa y
desemboca en el puente de Santa Lucia, a nuestro paso de rueda suenan las
tablillas de madera que forman el suelo del puente. En días normales de ruta
suelo parar ahí unos segundos, me gusta contemplar el estrecho y profundo cañón
que tenemos a nuestros pies, pero hoy no hay tiempo para contemplaciones.
Pasamos la ermita y salimos a la carretera. Allí están “Los Soldevilla”, que pertrechados
por sus señales y chalecos controlan el tráfico de coches y bicis (qué sería de
esta prueba sin nuestros voluntarios, gracias chicos).
Abandonamos Ortigosa y ciclamos
unos kilómetros por pista, circunstancia que aprovechamos para hablar un poco y
refrescar la boca. Empieza a despuntar el sol entre los robles, ¡buena noticia!
Nadie tiene ganas de acabar calado. Después de una rápida bajada llegamos a la
aldea de Peñaloscintos, coqueta y con buenas vistas al pantano. Vemos el primer
avituallamiento en la explanada que en los meses de julio y agosto se llena de
tiendas de campaña, allí tenemos fruta, bebidas isotónicas, dulces y frutos
secos. Cada uno elije lo que le viene mejor, nos espera un tramo duro y
técnico, pero decir bonito es poco.
Tras el sofocón, cruzamos la
carretera. Allí vemos a Goti (nuestro ángel de la guarda). Si “los buitres”
estamos en la bici el día de nuestra prueba es gracias a ti, amigo. Dejamos
atrás Villanueva cruzando por los arcos de piedra y, por el sendero que circula
paralelo a la carretera, llegamos a Pradillo. Después de un rato de espera,
Alberto nos llama y nos dice que su rueda delantera a desllantado y que tiremos
nosotros solos, así que no queda otra que afrontar la dura y constante subida
que nos lleva hasta Montemediano. De este tramo tan exigente recuerdo el ruido
del motor de dos bicis eléctricas que subían detrás de nosotros.
Montemediano nos recibe como
héroes a pesar de que ya han pasado bastantes ciclistas. Pero eso da igual,
besos de cuñadas, amigos, gritos de ánimo, me dan noticias de Jorge, mi chaval,
había pasado hace media hora. Yo llego cansado, las dos paradas o la última
subida me han dejado las piernas como dos troncos, así que disimulo en medio de
la euforia que da llegar a casa y continuamos la ruta.
Dejamos a la derecha la Ermita de
San Julián y entramos en el sendero de la bajada de La Tejera. Si preguntas por
Nieva te dicen que, de antiguo, esta senda era el atajo para llegar a las
fincas de cultivo que hay alrededor de la ermita. El camino está lleno de tejas
rotas porque hace años existía una tejera. Desde el punto de vista de la bici,
este tramo es todo un descubrimiento. Recuerdo que Adrian nos dijo en mayo a
Diego y a mí que teníamos que probar a ver qué nos parecía, y fue una pesadilla,
estaba lleno de troncos y ramas, tramos estrechos o cerrados, hizo que ese día
lo bajásemos prácticamente andando. Con la limpieza que hizo el retén de la
Comunidad, el paso de nuestras bicis y senderistas se ha convertido en una
bajada rápida y mágica, esa es la sensación que tienes cuando pasas debajo del
túnel que forma la vegetación.
Seguimos adelantando ciclistas en
la bajada, ir detrás de Dioni nos da un plus y vamos rápido. Salimos a la
carretera y allí nos espera nuestro compañero de aventuras Jorge Villanueva,
este año por algún problemilla de salud no ha podido hacer la prueba, y está
regulando el tráfico, gritos de ánimo y dos botes de isotónico (joder,
parecemos un equipo de profesionales).
Entramos en la pista que te puede
llevar a Nieva o a subir Cuesta Madrid, adivinad lo que toca. Dionisio empieza
ahora a tirar de los dos, desde Montemediano mis sensaciones no son buenas. Mientras
nos acercamos, informamos, sin asustar, a ciclistas que no conocen el terreno y
en cuanto ven nuestros maillots de buitre nos preguntan sobre lo que queda
(mentalmente es mejor no saberlo).
Mis sospechas se confirman en la
primera rampa, el cuádriceps de la pierna derecha se contractura y un poco más
tarde el de la izquierda. La verdad, no es el mejor momento, nos quedan 40
minutos de ascensión con un desnivel medio del 17% divididos en 2.000 y pico
pedaladas. Dioni, que me conoce como a un hijo, me da ánimos diciendo ¡vamos
Rober, que queda poco! Yo me lo creo, sé que voy a sufrir y me marco pequeños objetivos.
Adelantamos a algunos y otros nos adelantan pero sin alardes, las fuerzas
escasean y las que te quedan tienes que administrarlas. Llegamos al punto donde
un amigo, el fotógrafo Carlos Merino, me llama y anima, creo que ni le saludé,
la verdad no estaba para nadie. Ya se ve El Somo y el reguero de ciclistas a
pie que su desnivel provoca. Solo cuatro portentos consiguen subir montados.
Desde las primeras rampas de
Cuesta Madrid coinciden en recorrido las dos rutas, los de “La Corta” ya han
pasado por la zona de Las Ambrigüelas, otro de los senderos que este año se ha
recuperado para el paso de bicis y senderistas. Esta es una zona cómoda y noble
para la bici, bonita a más no poder, ahora a esos valientes también les toca
pinchar en hueso duro. Pero bueno, con algo de entrenamiento y sabiendo que vas
a sufrir, poco a poco se va subiendo. Parece mentira pero, en este deporte,
cuanto más se sufre, más se disfruta y cuando consigues lo que te propones,
mola mucho.
Hace un poco de frío arriba y con
el sudor que llevamos en la subida lo mejor es ponerse chubasquero y comer
algo, que ahora toca llanear unos kilómetros y bajar por La Mohosa, sendero
entre hayas muy conocido por todos. Dicen que cuando lo bajas se te pasan todos
los dolores y los malos ratos que has pasado, doy fe de ello.
Con ánimos renovados subimos por
la pista de Castejón. Los primeros ya estarán llegando a Nieva, nosotros vamos
con la idea de tener cumplida la mayor parte de la ruta. Así llegamos a La Cumbrera
y solo nos queda hacer la bajada por Los Rozos, rápida y divertida, hay tramos
que te permite hablar con los compañeros y comentar lo que hemos ido dejando atrás.
Y por fin, ¡ahí está!, Nieva,
otro año más prueba superada. Qué más da el puesto, lo bonito es llegar con la
satisfacción de hacerlo un año más y van seis. Resuena la voz de Inma al
micrófono diciendo tu nombre y cruzamos la meta sintiéndonos campeones de
nosotros mismos. El primer abrazo es para Dioni, mi compañero de ruta. Veo a mi
hijo, ha llegado sano y salvo, luego se acercan familia y amigos, que
compartimos la locura de este deporte.
Todo son comentarios y anécdotas,
tenemos los sentimientos a flor de piel. Parece que no ha habido accidentes
graves, todo el mundo quiere contar sus experiencias entre mordisco del bollo
preñao y trago de cerveza. Unos muy cansados, otros enseñando algún rasguño en
el maillot o en las piernas, pero contentos de poder realizar la prueba y
recorrer los parajes que nos ofrece el patrimonio natural que poseen nuestros
pueblos.
El primero de la ruta larga fue
Marco Andrés Sufrategui, y el de la ruta corta Alberto Pascual Martínez.
En definitiva, un fin de semana
deportivo completo que convierte a nuestra BTT en referente del ciclismo de
montaña en La Rioja. Ciclistas que están deseando que llegue el segundo fin de
semana de septiembre para participar de esta fiesta.
El Club BTT Nieva Montemediano El
Rasillo cuenta con miembros que aportan juventud y experiencia como para pensar
que todo esto tiene continuidad. Para 2018 queremos mejorar la BTT de los críos
y, en cuanto a la prueba de los mayores, seremos la prueba que decidirá quiénes
son los campeones del XC Maratón de La Rioja. Son seis pruebas competitivas: Cornago,
Autol, Pradejón, Alfaro, Ezcaray y Nieva, que se celebran desde mayo hasta septiembre,
sin duda otro aliciente más.
No me queda más que agradecer a
las entidades locales y culturales de nuestros pueblos por su apoyo, pero sobre
todo a las personas que nos apoyan realizando todo tipo de labores de forma
altruista y desinteresada, sois el corazón de este proyecto y vamos a por la
séptima.
Gracias de todo corazón.
Roberto Martínez
(Buitre)
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